PRESENTACIÓN

La primera vez que vi a Adolfo Celdrán fue en la Asociación de Vecinos del barrio de Portugalete, en el distrito madrileño de Hortaleza. Era el año 1976 y nos reuníamos en este lugar del extrarradio madrileño para celebrar no recuerdo qué acontecimiento cultural, y de paso realizar una serie de reivindicaciones, habituales en aquel primer año del posfranquismo. En esa fiesta tuve la oportunidad también de conocer a Blas de Otero. Para nosotros, jóvenes de 15, 16 ó 17 años, fue un paso hacia la madurez, unido a una evidente aventura política, propia de personas que, como nosotros, empezábamos a tomar conciencia de ciertas realidades pero que, evidentemente, no éramos lo suficientemente conscientes de los cambios reales que estaban aconteciendo en este país.

Unos días antes habíamos acudido al Festival de los Pueblos Ibéricos -el 9 de mayo en la Universidad Autónoma de Madrid-, allí nos dimos un atracón de música y protesta, mientras la policía se daba otro atracón bastante diferente en la Plaza de Castilla, cuando los asistentes llegamos andando una hora después de su finalización.

No deja de ser casualidad que en este año 2001 de múltiples celebraciones, se cumpla el 25 aniversario de este Festival y nadie lo ha recordado, cuando fue un acontecimiento muy singular en aquel año de tránsito: para los que gobiernan porque aquellos acontecimientos no van con ellos y les suena a aventurilla de "Familia Cebolleta" y, a otros, políticos y artistas, porque están suficientemente institucionalizados y les produce cierto sonrojo recordar aquel pasado; esos recuerdos siempre pueden chocar con sus intereses actuales.

Adolfo Celdrán cerró el Festival. Sus canciones fueron de las más entonadas por los asistentes. Temas como su versión del poema de León Felipe "Qué pena" o "Una canción" sobre texto de Jesús López Pacheco, forman parte de la historia de nuestra música popular, como pueden serlo "Mediterráneo" o "Penélope" de Serrat, "Al vent" de Raimon, "L'Estaca" de Lluis Llach, "A Cántaros" de Pablo Guerrero o "Al alba" de Aute.

Adolfo, a través de su música, fue responsable de que conociéramos otro tipo de autores como Jesús López Pacheco, de cuya novela Central eléctrica tuve que proveerme de la edición cubana, ante la imposibilidad de conseguirla en nuestro país. Algunos están empeñados en que desaparezca cierto realismo nacional y que se olvide. Adolfo nos mostró a un Bertold Brech desconocido e irónico, y a un Carlos Montero que hacía algo más que tangos. Que Genovés era un interesantísimo artista que mostraba en su pintura la realidad de aquellos años y que Arcadio Blasco existía aunque no salía nunca en la prensa oficial. Aprendimos que la cultura es un todo, y que la música no puede ser ajena al resto de las artes y a la sociedad. También descubrimos que en el Ramiro de Maeztu, además de jugar el Estudiantes al baloncesto y el Atlético de Madrid al balonmano, habían pasado bastantes más cosas. A pesar de haber sido "Denegado", nos ayudó a vencer el "Silencio" y tuvimos que responder "4444 veces, por ejemplo" que estábamos "Al borde del principio".

Desde hace años no sabíamos nada de sus nuevas andanzas musicales. Nos habían comentado que había actuado en el Ateneo 1º de Mayo de Comisiones Obreras, que se dedicaba a la docencia en la Universidad de Alicante y pocas cosas más.

Cuando estábamos intentando que nos autorizasen reeditar sus grabaciones de los años setenta para Ceyba Classic, nos enteramos, por medio de Quintín Cabrera, que había realizado nuevas grabaciones. Toda una feliz sorpresa.

En Jarmizaer, Jarmizaer se incluyen parte de esos materiales. Canciones con nuevos aires pero que mantienen y continúan la labor artística emprendida hace más de treinta años. Continuidad y renovación de un estilo propio, muy personal, que siempre tuvo la grandeza de ser realizada con criterios absolutamente peculiares. Todas las composiciones son de su autoría, mezclando realidades propias con historias de la tierra, como "Pep de l'Horta" que, precisamente en este año 2001, se cumple el 200 aniversario de aquel suceso. Pero como en cualquiera de sus grabaciones, siempre tiene que haber un hueco para la mejor poesía y en este no podían faltar: se incluyen poemas de Antonio Machado y Federico García Lorca, pero también podía haber incorporado a Pablo Neruda o a Hernández.

En Ceyba nos sentimos orgullosos de sacar al mercado esta grabación porque tras ella se encuentra una de las personas más inquietas e interesantes que ha dado nuestra música popular. Con el que descubrimos parte de una cultura y una forma de pensar que nos ha ido marcando durante años y que hoy nos permite ver la cultura como un todo, donde la música es una pequeña parte de la misma, y que no tiene ningún sentido si no se vincula o se relaciona con el resto de la sociedad.

RUBÉN CARAVACA