Como un Leve Dolor en las Sienes
2º premio "Ciudad de Alcorcón". Finalista del premio Palencia de Teatro.
Estrenada en el Teatro Arniches de Alicante y en el Aula de Cultura de la CAM de Elche, por el grupo "La Carátula", los dias 14 y 15 de Marzo de 2001, organizado por el Instituto de Cultura Juan Gil Albert.
Representada en la sala SGAE de Valencia, el 12 de Noviembre de 2001, por el Grupo "LA CARÁTULA", dentro del IV ciclo de lecturas dramatizadas de la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) y la Fundación Autor.
REPARTO Narrador: Etel Gacituaga
Juan: José Manuel Garzón
Eva: Cristina Maciá
Pablo/Julián: Juan Carlos García
Antonio: Emilio Bragado
Anselmo: Antonio González
Concha: Etel Gacituaga
Hombre de bata blanca: Ángel Nicolás
Niño: Adrián Garzón
Dirección:
Antonio González Beltrán
Publicada por el Instituto de Cultura "Juan Gil Albert", dentro de su colección "Teatro - Teatre" (año 2000)
Existe, asimismo una edición electrónica, dentro de la Biblioteca Virtual "Miguel de Cervantes". (año 2001)
Nota del autor:
Alguien dijo que "no podemos predecir el futuro, pero podemos inventarlo". Pero también se ha dicho: "El futuro tiene la ventaja de que puede predecirse. El pasado, sin embargo, es impredecible".
Antiguamente, algunos monarcas condenaban a reos especiales no sólo a la muerte, sino también a que sus nombres fueran borrados de todos los textos, con lo que los eliminaban de la Historia. Queda constancia de la existencia de los monarcas y de su ley. Los condenados, históricamente, no existieron: su pasado dejó de ser impredecible o cualquier otra cosa. Simplemente dejó de ser.
En ocasiones han sido pueblos enteros los que han visto escamoteado su pasado.
Y nosotros, ni monarcas ni ajusticiados borrados del todo (al menos por el momento) de la Historia ¿cómo soportamos la tensión pasado - presente - futuro?
Dice una conocida y repetida frase de Jorge Manrique que "Cualquiera tiempo pasado fue mejor". ¿Significa ello que la juventud es hermosa o que con el tiempo eliminamos, sustituimos y/o tergiversamos aquella parte de nuestro pasado que no nos gusta o conviene?
Y la decrepitud mental, ¿acaso no es sino un exceso de toxinas que la vida ha ido acumulando en nuestro consciente e inconsciente y que no sabemos, podemos o queremos eliminar o reciclar?
Hagamos un experimento: Coloquemos a un hombre tipo absolutamente desnudo, es decir, sin ningún pasado, enfrentado a esta línea tensional, a este paradigma del continuo pasado-presente-futuro y veamos cómo se comporta en su escenario - jaula de laboratorio.
Observemos. A lo mejor algo nos resuena y en algunos momentos nos sentimos identificados con sus reacciones.
No puede refugiarse en su pasado, porque no tiene ninguno, aunque ni siquiera de eso está seguro.
Tampoco puede esperar a Godot porque, desde hace mucho, sabe (todos lo sabemos desde hace mucho, aunque tal vez no supimos que lo sabíamos hasta que nos lo dijo Beckett) que Godot no vendrá nunca.
Pero ha decidido esperarse a sí mismo.
Quien no asume su pasado, dicen, está condenado a repetirlo. Tal vez quien no asume su pasado no tiene presente ni futuro porque, simplemente (y él lo sabe) no existe.
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Los actores, con A Celdran y M. Oliver
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